cuando el fraude se disfraza de confianza
Una historia que podría pasarte a ti
Imagina que recibes una llamada. Al otro lado de la línea, alguien con voz segura te dice que es del banco. Te habla por tu nombre, te da datos que parecen correctos y te advierte que tu cuenta está en riesgo. Con tono amable, te pide confirmar tu número de documento y un código que acaba de llegar a tu celular.
Suena convincente, ¿cierto? Eso es ingeniería social.
A diferencia de los virus o los ataques informáticos, la ingeniería social no busca romper sistemas: busca romper tu confianza. Se apoya en emociones como el miedo, la urgencia o la confianza para que seas tú mismo quien entregue la información. No es casualidad que funcione tan bien: los estafadores saben que en la mayoría de casos las personas reaccionamos primero con emociones antes que con lógica.
Las formas más comunes
El impostor confiable: alguien que se hace pasar por empleado del banco, mensajero o soporte técnico.
El tailgating: cuando un desconocido aprovecha tu confianza para entrar detrás de ti a una oficina o edificio restringido.
El anzuelo emocional: desde “ayúdame con esta causa” hasta “ganaste un premio increíble”.
¿Cómo protegerte?
Desconfía de la urgencia: si te presionan para dar información, tómate un respiro.
Comparte menos en redes: cada foto o dato que publicas puede usarse para personalizar un engaño.
Verifica siempre: si dudas, cuelga la llamada y comunícate directamente con tu banco o entidad.
Escucha a tu intuición: si algo suena demasiado bueno, probablemente no lo sea.
En conclusión, la ingeniería social se encarga de convencer a la gente de abrirle la puerta. La mejor protección no es la desconfianza absoluta, sino la prudencia. Porque en un mundo lleno de engaños, tu mejor seguro es aprender a decir: “no doy mi información”.